Balanceándose en la cima lo
sorprendió la tarde, anocheciendo. No quería caer pero llevaba horas abrumado
por esa sensación de estar bordeando el abismo. Sudaba. Ensayaba personalidades
que jugasen distinto rol dentro de lo que hoy veía de afuera.
Adormecía el abandono de la duda en
terrazas desiertas donde los edificios mostraban lo que nadie veía. Extrañaba,
en estos últimos minutos, como un niño a su madre, aquellos otoños cobijado en el calor de los brazos de la
infancia. Todo era imperceptible en la niñez, sólo buscaba reír y reír. Los faroles empañados impedían a las estrellas
lucirse en ese negro tan noche, donde lo incierto traía el día madrugando en
sus espaldas.
Era protagonista y espectador.
Se sintió vencido . Sus rodillas
flexionaron los miedos, sus párpados pesaron cada decisión. Alrededor sólo
cielo, aire y suerte. Cantó aquellas estrofas pronunciando un hasta luego y
tembló los miedos ahora derretidos.
Llovía. Levitaba.
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