(Porque nunca hay un adiós total)
El sol cae,
la estación recobra
la multitudinaria espera
que aguarda el regreso
que aguarda el viaje,
aunque con miedos,
aunque sin paz.
La estación ahí está.
Con sus bancos sedientos,
de un vagabundo olvidado
de una paloma perdida.
La hambrienta desolación
que, en el túnel, hace sonar
el acordeón desafinado
de tangos sin memoria
y letras imposibles.
A la espera de la siesta, de la cena,
o simplemente compañía,
una gorra atrae bolsillos sin prejuicios
de quienes aún disfrutan
de quienes aún sienten,
la añeja melodía
y la mágica hermosura
de la estación Haedo.
• Nuria Manzo 2013 •
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